Vivimos en una sociedad que demanda cada vez más servicios, que devora etapas en busca de un progreso al que servir. Para ello se nutre de ingentes cantidades de energía que, a la vez que sostiene esa frenética carrera hacia el futuro, envilece y contamina el medio ambiente con sus despojos. La tala desaprensiva y sin sentido de numerosos bosques, la explotación de recursos fósiles (petróleo, carbón) y la utilización de la energía nuclear se han revelado como factores que agreden al ecosistema mundial, como así lo demuestran el cambio climático, el agujero de la capa de ozono y sucesos como el accidente del Prestige.