Caminamos hacia una sociedad envejecida. Ya en 1999, Año Internacional de las Personas Mayores, la VIII Conferencia de Ministros de Salud en Europa trató sobre "El envejecimiento en el Siglo XXI", junto a la calidad de vida o la autonomía personal. Que Aragón sea una de las regiones de más edad nos lleva a preguntarnos por las necesidades en el vivir diario.
Pero dado el progresivo envejecimiento, y que la familia tiene cada vez menos tiempo disponible -por motivos de trabajo y otros varios–, se precisan cuidadores profesionalizados. Si un 57,7% de los mayores de 65 son mujeres, el 53% casadas y un 12,3% que viven solas, se deduce la presencia necesaria de mujeres cuidadoras, inmigrantes en muchas ocasiones -desde el año 95 han pasado de 800 a 1000 en la comunidad navarra, procedentes de latinoamerica, entre los 30 y los 44 años–.
Y hay personas que quieren seguir viviendo independientes, mujeres en su mayoría (un 80%), si bien esa independencia disminuye considerablemente a partir de los 75 años. El baño, las tareas domésticas … son sencillas actividades cotidianas para las que se necesita ayuda. Conocer al mayor y su entorno, su alimentación, higiene y habilidades es fundamental. En la citada Conferencia Europea de Ministros de Salud -"Envejecimiento en el Siglo XXI", 1999- se trató de medidas socio-económicas y políticas que apoyasen la vida del anciano en su entorno; y el INSALUD proyectó un plan de Equipos de Soporte Domiciliario. La teleasistencia es una gran ayuda.
Solución intermedia, los centros de día, o servicios de proximidad como el de Utiel (Valencia), que permiten cubrir necesidades sanitarias, sociales y psicológicas cerca del propio domicilio.
Hay quien ve la residencia como un recurso último, un fracaso en definitiva de nuestra sociedad. Existen sin embargo situaciones en las que un anciano ha de dejar su hogar, no queda otra salida. En cualquier caso, un buen profesional cuidará del mayor como persona íntegra y adulta -ni como un niño ni como un inútil–.
Sólo en Aragón, más de 10.000 plazas residenciales, entre centros públicos, privados y concertados, dependen del IMSERSO (Instituto de Migraciones y Servicios Sociales). Se dividen entre la Administración, la Comunidad Autónoma -Ayuntamiento y Diputación–, asociaciones y entidades privadas u organizaciones religiosas. A la hora de elegir residencia, la accesibilidad, el buen ambiente, el personal o la asistencia médica y alimenticia, junto con las condiciones económicas, deberían ser fundamentales.
Algunos organismos y ONGs, como AMMA Recursos Asistenciales, ofrecen una asistencia individual y personalizada por toda España, en nuevos edificios perfectamente accesibles -sala de estar, comedor, salas multiusos, sala de visitas, sala de terapia y baño geriátrico- de no más de 30 plazas cada uno. Disponen muchas veces de bolsa de trabajo en Internet.
Sin olvidar el acceso a una Universidad para mayores, en diversas provincias, en la que se conjugan la adquisición de conocimientos y la puesta al día, o la misma transmisión de la experiencia, con el aumento de la calidad de vida -esa oportunidad que antes no tuvieron–. Unos 20.000 alumnos de entre 50 y 85 años se hallan matriculados en más de 50 títulos.
O el trabajo; trabajador social, informático, enfermero o terapeuta son algunos de los puestos ofrecidos. El Gobierno, junto a CC.OO., CEOE y CEPYME, piensa compatibilizar pensión y trabajo autónomo -Real Decreto de 27 de diciembre de 2001–.
Otras veces se trata, simplemente, de ir saboreando las vivencias. Un tiempo y un espacio de reposo, o de recreo: cine y teatro, labores o pintura, terapia o ajedrez. Hay horas para amar y recordar, y sentirse muy solo, y temer a la noche, y pensar que todo se termina. La persona mayor tiene algo precioso: mucho tiempo, detrás, y dentro, y por delante.
Para todo ello se precisan muchos puestos de empleo, y muchas manos jóvenes. Luci, hija de Margarita, denunciaba la falta de ayuda a los ancianos. Y ya no es el dinero, a partir de unos 4,21 euros (700 pesetas) la hora; sino el desinterés social hacia el problema. No hay nada estipulado. Y están los voluntarios jubilados -terminó la objeción-, que acompañan y ofrecen cuanto son, pero no fuerza física. Hasta en las residencias anda escaso el personal de apoyo. Se necesita ayuda, mucha ayuda. Y Margarita sigue añorando la calle, a una amiga, o esa vida que bulle al otro lado.