Situación laboral del inmigrante. El hombre y sus circunstancias

Introducción

Hace unos años te encontrabas a algún que otro negro por la calle, o a un grupo de marroquíes en la estación, pero ahora … Detrás de cada rostro hay una historia. Puede haber ejercido una profesión liberal en su país, o cursado estudios superiores. Aquí, entre nosotros, será un extraño más.


Con suerte, trabajará en tareas agrícolas, de la construcción, el servicio doméstico y hasta la hostelería -cuando no en la más antigua profesión del ser humano–; seguramente en una casa más que mísera, sin agua ni quizá luz. Por supuesto, sin justificantes que acrediten ciudadanía alguna. Sólo faltaba que, gracias a la Ley, pudiera expulsársele en 48 horas; claro que, por humanitarismo, se le anunciaría hasta con tres semanas de antelación, teniendo aparte en cuenta motivos de raigambre, de familia, de enseñanza. En Francia, Bélgica e Italia ya se hizo. Y entre los alemanes, que pase un inmigrante debe ser más difícil que meter a un camello por el ojo de una aguja de coser.


Según encuesta del CIS, los españoles somos cada vez más reticentes a la inmigración en masa. Lo que tiene su lógica. Si tan difícil es hallar un empleo mínimamente estable, y más en colectivos con dificultades de inserción laboral como los jóvenes, mayores de 45 años, mujeres y discapacitados … ¿cómo ofrecer a otros lo que nosotros mismos no tenemos?.

En nombre de la Ley

Ya en el artículo 13 de nuestra Constitución de 1978, se estipula:

  • "Los extranjeros gozarán en España de las libertades públicas que garantiza el presente Título en los términos que establezcan los tratados y la ley."

Y en el siguiente artículo:

  • "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social."

Igualdad prioritaria es el derecho a un trabajo digno y remunerado, sea cual sea la nacionalidad o raza originaria de la persona (artículo 35):

  • "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo."

¿Qué ha sucedido de unos años acá en diversos países? La aglomeración de inmigrantes africanos, latinoamericanos y del Este de Europa ha venido a cambiar las cosas de raíz, poniendo puertas en el hermoso campo de la solidaridad. Lo mismo que en España, con la tan debatida Ley de Extranjería, que entraba en vigor el 23 de enero de 2001:

  • Se consideran extranjeros, a los efectos de la aplicación de la presente Ley, a los que carezcan de la nacionalidad española (Título Preliminar).

Si bien se tienen en cuenta los derechos y libertades asegurados por la Constitución, la Declaración de Derechos Humanos y diferentes Acuerdos Internacionales, se exige al inmigrante documenación acreditativa, tanto del país de origen como española. Derechos plenos (educación, asistencia sanitaria, trabajo y seguridad social, ayudas a la vivienda …) tendrán los empadronados dentro de un municipio, los que reúnan todos los papeles:

  • Los extranjeros que reúnan los requisitos previstos en esta Ley Orgánica y en las disposiciones que la desarrollen tendrán derecho a ejercer una actividad remunerada por cuenta propia o ajena, así como al acceso al sistema de la Seguridad Social, de conformidad con la legislación vigente.

El problema comienza cuando, para solicitar el permiso de trabajo de la autoridad laboral pertinente, se pide al extranjero un visado de estancia o residencia que, a su vez, ha de ir acompañado de documentación y pasaporte válidos del lugar de procedencia. Aparte, el inmigrante ha de estar excluido de los supuestos del acuerdo europeo de Schengen -aprobado en 1990 por motivos de seguridad y evitar posibles transgresiones-, no haber sido nunca expulsado de nuestro país y haber entrado en él por fronteras y medios autorizados.


La actual Ley de Extranjería viene a ratificar la antigua Orden del 8 de mayo de 1997 en torno a permisos de trabajo, heredera asimismo del artículo 16 de la Ley Orgánica 7/1985, de 1 de julio. Es la pescadilla que se muerde la cola: para el permiso de trabajo, visado de residencia, y viceversa. Intento de normalización ante la gran avalancha de inmigrantes. Demasiados papeles y normas por cumplir para quien sólo busca algún puesto de empleo en una tierra extraña.

{mospagebreak }Trabajos poco remunerados

Profesores, técnicos y científicos, funcionarios civiles o militares, representantes, periodistas o artistas extranjeros … muestran considerables ventajas jurídicas sobre cualquier otro modelo profesional. No son sin embargo mayoría. Como tampoco son los que se establecen como autónomos (un bar, una carnicería).La agricultura y la construcción, los servicios domésticos y la atención a niños, ancianos y discapacitados son las tareas más habituales (118.000 inmigrantes se dieron de alta en la Seguridad Social el pasado 2000).


Por regiones, en Andalucía prevalece el sector agrícola, mientras que en Madrid y Cataluña la mayoría de extranjeros pertenecen a servicios y a la construcción. La regularización ciudadanos y trabajadores, o su ayuda económica a la familia no emigrada, les conduce a empleos no muy bien remunerados. Empresas de trabajo temporal y ONGs juegan un papel fundamental.


Víctor es un peruano de 30 años, que llegó a España en 1991 por salir de la situación de represión política de su país. Trabaja en la construcción, para muy diferentes empresas. Era delineante. Su sueldo, 180.000 pesetas mensuales, de las que descuenta algo más de 32.000 de seguridad social. No es un caso aislado, por desgracia.


Un compañero, Abdelhamid, de 27 años, dejaría Nador (Marruecos) en el 96, junto a su brillante carrera de Químicas. Cada mañana, va de la casa que comparte con otros compatriotas a un invernadero en la costa almeriense. Recoge pepinos, tomates o melones, según la temporada, ocho horas al día. No cobra más de 600 pesetas por hora, mientras que paga de su sueldo (100.000 pesetas al mes) algo más de 10.000 por el seguro agrario. El oeste de Almería debe en parte su actual prosperidad a los trabajadores extranjeros; y la "ciudad de plástico" de El Ejido es un claro exponente. Y en nuestra propia comunidad, Aragón, se estiman en unos 12.000 los temporeros inmigrantes que trabajan cada verano en nuestros campos.


Mayela tiene 50 años y es peruana. Desde las siete de la mañana, de casa en casa, irá haciendo camas, poniendo lavadoras, recogiendo cocinas… hasta cubrir sus 12 horas de trabajo diario. A final de cada mes reúne unas 165.000 pesetas, de las que cotiza algo más de 19.000. Como ella, muchas jóvenes latinoamericanas o africanas atienden los cuidados de la casa; o a ancianos, niños y grandes discapacitados. Invierten horas y horas y toda su ilusión y buen hacer, muchas veces por un sueldo irrisorio y sin siquiera Seguridad Social. Pero se sienten útiles.


Luisa, de Oriunda de Benin (Nigeria) tiene sólo 20 años. Soñaba con venirse hacia España ya que tenía aquí a su familia. El viaje no fue fácil, desde Marruecos a Ceuta y, finalmente, Madrid. La Casa de Campo en un principio. La suerte la guió hasta un buen club, pero 40.000 dólares -unos 40 millones de pesetas- son muchos para saldar una deuda, económica y ritual, con quienes le prometieron una falsa libertad como ciudadana europea. Según reciente Ley -de abril de 2000-, existen "penas de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses" para quien "induzca, promueva, favorezca o facilite la prostitución de una persona menor de edad o incapaz". Con todo, una realidad más para muchas muchachas inmigrantes.

El hombre y sus circunstancias

Entre 200.000 y 300.000 extranjeros no acreditados viven actualmente entre nosotros. Los sistemas socioeconómicos de las naciones más poderosas hacen seria mella en los países en vía de desarrollo, empobreciendo incluso el ecosistema. Por otra parte, las condiciones laborales y sociopolíticas del viejo continente dejan mucho que desear para convertirlo en lugar de verdadero asilo. El hecho es ya una batalla diaria de partidos políticos, sindicatos, ONGs y confesiones de diferente índole. Y es curioso cómo, mientras la ONU estima que los miembros europeos deberían acoger a unos 44 millones de inmigrantes -200.000 en España cada año- para un óptimo equilibrio demográfico, el 30% de los jóvenes españoles -Informe de Juventud de España, año 2000- considere "perjudicial para la raza" el fenómeno de la inmigración.


La globalización poco tiene que decir cuando se teme ante algo extraño. De hecho, los movimientos anti-globalistas van tomando cuerpo en Internet -desde Seattle, noviembre de 1999, contra de la Organización Mundial del Comercio, hasta las actuales organizaciones de Barcelona o Madrid-. Son los Independent Media Center (IMC), o Indymedia. Opiniones como que los gobiernos no hacen nada práctico ni efectivo por regularizar la inmigración, que entre los antiguos y los actuales inmigrantes hay una diferencia abismal, que España tiene el más alto desempleo o que no vienen en realidad a trabajar, ¿no encierran en el fondo ese espíritu?.


Y entre partidismos e ideologías se encuentra cada trabajador de a pie, los 180.000 adolescentes llegados en el 99 a Andalucía, o esos otros 30.000 irregulares expulsados durante el 2000. No es tanta la distancia entre nuestros abuelos y cualquier africano que hoy se ve obligado a emigrar. Somos seres humanos, según dijo hace poco Saramago. Y eso implica respeto, sin imponer ideas ni conductas. Ponernos en los zapatos del vecino. Una autoridad humana y musical como Daniel Barenboim, argentino de cuna y alemán de adopción, crecido en Israel y de antepasados rusos y judíos, sabe bien de este dicho oriental al ponerse en la piel del autor que le corresponde interpretar, reencarnar, vivir a través de una obra sin fronteras. Pablo Picasso compuso sus Señoritas de Aviñón inspirándose en máscaras africanas. Tan sólo un par de ejemplos

Publicado en Empleo el 29 de marzo de 2006.