El Día Internacional del Trabajador, la lucha que no cesa

Unos datos históricos

4 de mayo de 1886, parque de Haymarket, Chicago (Estados Unidos). Unos 3.000 ciudadanos se reúnen en un acto popular, en presencia del alcalde, a favor de la jornada laboral de 8 horas. Después, la lluvia intensa y el grupo se disuelve

Pero quedan algunos. Entre la policía, férreamente armada, estalla una bomba. Cientos de hombres, mujeres y niños heridos, casi todos inmigrantes -y también españoles-. Las movilizaciones se venían extendiendo por toda la nación desde el primero de mayo: Filadelfia, Illinois, la planta agrícola de McCormick -empleados "legales" y esquiroles- … Fuerzas siempre encontradas: la dignidad pisoteada del trabajador, el interés burgués, el juego teórico-político anarcosocialista o marxista. Resultado, ocho víctimas más, condenadas a la horca y veneradas, desde el Congreso de París de 1889 -1890 para Argentina-, como los Mártires de Chicago.

El Presidente Andrew Johnson había promulgado la Ley Ingersoll, con 8 horas de trabajo diarias -llegaban a darse hasta 18 horas de jornada laboral, en condiciones francamente infrahumanas-. Una Ley que partía de la Primera Internacional de Trabajadores (París, 1864) y, con más fuerza, del IV congreso la Federación de Gremios y Uniones Organizadas de Estados Unidos y Canadá (20 años después). Llegó el ferrocarril, con miles y miles de ganaderos y las primeras chozas, con gentes de muy distintos oficios y las más diversas partes del mundo.

Francia, con su Comuna recién sacrificada (1872); Alemania y sus estrictas Leyes Antisocialistas (1978); Inglaterra y el opio de sus nuevas colonias. La tierra prometida ya no era tal. El despegue económico, resultado de los últimos reductos aborígenes conquistados, tocaba ya a su fin. El Gran Incendio, en el mismo Chicago (1877), fue la gota que colmó el vaso. El polvorín tenía que estallar. La lucha proletaria comenzaba. El Primero de Mayo pasó a constituirse como el Día Internacional de los Trabajadores (París, 1889, Segunda Internacional Socialista), jornada eminentemente reivindicativa. Y fue el 1 de mayo de 1920 cuando se apresó, en Boston (EE.UU.), al artesano zapatero Nicola Sacco y al pescatero ambulante Bartolomeo Vanzetti, italianos.

Condenados a la máxima pena por la muerte de dos guardias, de nada servirían las peticiones de libertad de las más altas instancias mundiales, Einstein o Madame Curie, Russell o Mussolini (fueron ejecutados 7 años después).

El gobernador de Massachusetts, Michael Dukakis, declara el hecho como "asesinato legal" en 1977, rehabilitando a ambos condenados y anulando "todo estigma y toda vergüenza, para ellos y sus descendientes".

Mientras, en la Plaza Lorea de Argentina (1909) se produce una multitudinaria y sangrienta manifestación de más de 10.000 trabajadores, incluidos mujeres y niños. En Buenos Aires, el joven anarquista Simón Radowsky lanza una bomba contra el coche del jefe de policía Ramón Falcón. Las movilizaciones van a más. Si bien en algún país como Venezuela el Día de Trabajador no se celebraría hasta 1935 (reconocido 10 años más tarde por el presidente Betancourt como jornada festiva no recuperable).

Los hechos de Boston y de la Plaza Lorea no iban a dejar impasible a Europa, aparte de que eran consecuencia lógica de lo que aquí se cocía (se intentaba emigrar al Cono Sur). Las voces argentinas se dejaron oír en el Congreso parisino del 89 -salud, vivienda, alimentación, educación … dignidad en definitiva-; mientras en el Prado madrileño se reunían unos 3.000 trabajadores. Aparte, huelgas en Gran Bretaña, paralización del transporte en Francia, movilizaciones metalúrgicas en Italia, o intentos de paros revolucionarios en España. Italia, Rumanía, Bohemia y Monrovia, Praga, Polonia … tuvieron sus propios movimientos obreros.

En Barcelona, las protestas darían lugar a la célebre "semana trágica", allá por agosto de 1909. Conventos y cementerios profanados, salvajes incendios en fábricas y en la estación de Figueras … (según El Norte de Castilla); y un fusilado más, Francisco Ferrer, con el consiguiente rechazo popular e internacional. La historia se repite. Nuestros grandes sucesos de este siglo -luchas sindicalistas, una guerra civil, migraciones masivas a la urbe, desencanto social, desempleo … – pasan por la dignidad de un puesto de trabajo, frente a los intereses de clases y partidos, sindicatos y las más diversas ONGs.

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La realidad actual

Según Jorge Montero, "Más de 100 años después, neoliberalismo y globalización son los nombres usados para encubrir la misma explotación capitalista. Un sistema que sigue engendrando proletariado y desocupación, inmerso en una crisis que lo corroe." De poco servirían la caída del Muro o la tan esperada "conversión" moscovita. Millares de inmigrantes siguen sufriendo la falta de vivienda, papeles o trabajo -un círculo vicioso interminable-, realizando tareas que otros no queremos o sirviendo de blanco de la diana de nuestra inseguridad

Jóvenes, empleados temporales, voluntarios … continúan corriendo una larga carrera de obstáculos, insalvables a veces, hacia el empleo. Pese a las reformas, el contrato en una ETT (empresa de trabajo temporal) no suele prolongarse más de unos meses; y el porcentaje de voluntarios que pasan a cobrar un primer sueldo es todavía mínimo. Mujeres y mayores de 45 años no lo tienen más fácil.

¿Sólo 8 horas de jornada laboral? Preguntemos a algunos autónomos y teletrabajadores. Si bien las nuevas tecnologías, el trabajo en casa o la ausencia inmediata de un superior facilitan en gran parte las tareas, el horario se alarga al día y a la noche, sábados y festivos. Al igual que sucede a muchos profesores de Universidad e investigadores -de 7 u 8 de la mañana a 10 de la noche-. Y los segundos cuentan con el programa "Ramón y Cajal", que acaba de crearse y asegura al menos cinco años de contrato laboral; el docente asociado, o interino, nada tiene seguro.

Grandes posibilidades, para el trabajador y para el entorno, las del desarrollo sostenible, el empleo verde o los nuevos yacimientos. Sin embargo, experiencias integradoras como las de Chicago y Evaston (EE. UU.) contrastan con las más cercanas a nosotros, más o menos positivas, de producción de aceite y jabón o quesos naturales. Salieron por televisión, en Ciudad Real, proyectos destinados a cooperativas o centros especiales para discapacitados. No estaría de más alguna alternativa sostenible al trasvase.Nada de extraordinario que nuestros Sindicatos se unan al menos el Día de los Trabajadores -la imagen siquiera-.

 

La situación, en este nuevo siglo XXI, sigue siendo deplorable. La película "Pan y rosas", sobre unos trabajadores mexicanos en Los Ángeles, se nos hace escandalosamente real -desde la prostitución por necesidad económica, a la prohibición de reuniones o la expulsión del país-.

Y las palabras del alemán George Engel, uno de los Mártires de Chicago de 1886, resuenan con más fuerza que nunca: "Es la primera vez que comparezco ante un tribunal norteamericano, y en él se me acusa de asesino. Y ¿por qué razón estoy aquí? ¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que me hizo abandonar Alemania; por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora." Me hago eco de ellas, como desempleada, mujer y disminuida. En espera de otros tiempos mejores.

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Publicado en Empleo el 27 de marzo de 2006.